Desde los inicios de los tiempos familia y trabajo han estado estrechamente ligados y, entre los eventos más importantes en la historia de cualquier empresa, la incorporación de la siguiente generación ha mantenido aun muchas de sus costumbres. Una de ellas es la gran pregunta que hasta ahora se ha hecho a sí mismo el fundador con respecto a este tema: “¿Cuál de mis hijos será el más capacitado, cuando entren a trabajar en la compañía?”, sin considerar en principio la opción de hacerles abiertamente la pregunta: “Hijos míos, ¿Os apetece entrar en la compañía de la familia o tenéis otras aspiraciones personales?”.
Esto, que quizás para algunos resulte una obviedad, para muchos otros no lo es. Hasta no hace muchos años la entrada de los hijos a la empresa era prácticamente obligatoria e incuestionable. Desde el nacimiento de sus vástagos el padre esperaba ansiosamente que los hijos creciesen para ayudarlo, a lo que los hijos respondían con sobrada obediencia y lealtad al destino que les imponían sus formas de vida.
Hoy en día, la sociedad en general se ha abierto a valorar de una forma positiva la variedad en las opciones de futuro de las nuevas generaciones, tanto a nivel profesional como personal. La libertad de decidir, ese don tan importante que tiene cada persona, sobre su propia realización, acepta que esta se produzca tanto dentro como fuera del negocio familiar. Cuando esta capacidad de decisión no está en manos de los hijos de las familias empresarias, las consecuencias inmediatas son la desmotivación, una baja autoestima y la falta de compromiso con el proyecto familiar.
Paralelamente a la planificación del desarrollo de la empresa, las familias empresarias tienen que plantearse cuáles de sus miembros tendrán acceso a la empresa y con qué criterios y condiciones. El acuerdo familiar acerca de este punto es esencial y debe generarse antes de los primeros conflictos que pueden aparecer en los casos descritos anteriormente. Sólo existe una fórmula correcta: la que pase por un consenso y una comunicación clara a todos los familiares, de forma que todos tengan conocimiento de las aspiraciones personales de cada miembro y de las reglas del juego que la familia asumirá.
El “Principio de Libertad” hace referencia a la otra cara de la moneda del trabajo en la familia: los hijos deben ser libres para buscar su realización, admitiendo sin problemas que se pueda producir fuera del ámbito de la empresa familiar. Es un punto muy importante en la planificación del futuro de la empresa y se debe tener cuidado de no caer en el error de proyectar el entusiasmo en forma de presiones involuntarias sobre las nuevas generaciones.
Artículo para el periódico "Información" de la Cámara de Comercio de Bilbao, noviembre de 2008.
Este artículo es producto del
trabajo realizado dentro del equipo de Garrigues Consultoria de Empresa Familiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario