Siempre me han llamado la atención aquellas familias empresarias que, por el hecho de ser una pyme, piensan que un consultor de empresas familiares habituado a grandes compañías no tiene interés en atenderlas. Acuden a la primera entrevista un poco con miedo, como quien le está quitando el tiempo a alguien importante. Lo que solemos comentarles es que, independientemente del número de empleados o la facturación que puedan tener, lo que realmente hace grande a una Empresa Familiar es el reconocer que necesitan profesionalizarse para seguir creciendo, o en otros casos, que conviven en ese momento con una situación difícil que necesitan enfrentar como familia empresaria.
El sólo hecho de decidirse a acometer un proyecto de reestructuración, de un plan de negocios o incluso de un protocolo familiar, ya dice mucho del espíritu emprendedor y de las intenciones de continuidad de una familia con visión de futuro. Esa voluntad de superación propia es lo que hace grande a una Empresa Familiar. Son los casos que valen la pena asesorar.
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