El día a día de cualquier emprendedor está centrado en resolver las situaciones más inmediatas que se le van presentando: pagos de nóminas, cumplimiento de plazos de entrega, captación y mantenimiento de clientes, trato con proveedores, trabajo y más trabajo junto a sus seres queridos... generalmente queda poco tiempo para crear un plan de crecimiento adecuado.
Además, otro de los problemas de este tipo de compañías es que suelen dar por sentado que las relaciones familiares son las que deben dominar en la empresa. Es decir, trasladan la informalidad del trato familiar a la formalidad de una organización profesional. Con el tiempo, el crecimiento del sistema familia-empresa-propiedad exigirá un tratamiento más profesionalizado, donde será necesaria la correcta aplicación de las reglas de un juego tan complicado. Si el negocio comienza a remontar una cuesta de crecimiento, muy probablemente el responsable de la dirección tendrá que enfrentarse a una nueva manera de llevar la compañía, más acorde con su realidad y su tiempo.
Y es aquí donde un experto en empresas familiares tiene mucho que aportar: al no estar inmerso en lo cotidiano de esa organización y gracias a la óptica externa, desde de su conocimiento de la dinámica de las relaciones de familias y experiencia comprobada, puede recomendar las vías de solución a corto y mediano plazo y proponer planes a largo término que guíen y apoyen las intenciones de futuro que seguramente el grupo familiar no ha podido o no ha sabido consensuar de una forma ordenada y concreta,.
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