Paralelo a este lento proceso de cambio se van sucediendo, inevitablemente, los eventos familiares y con ellos, la eventual idea de ceder la dirección del negocio a la próxima generación. Y he aquí el punto más importante: desde el mismo momento en que los hijos del fundador manifiestan su voluntad de ingresar en el negocio, que es cuando la organización adquiere formalmente el carácter de Empresa Familiar, la Sucesión debe planificarse. El tiempo inexorable y las características de estas organizaciones hacen que este momento sea, sencillamente, inevitable.
Sin embargo, el o los sucesores, “deben experimentar este proceso por voluntad propia, suavemente, sin que signifique una imposición”. Nada impuesto a la fuerza termina por cuajar en el espíritu de una persona. Extrapolando las palabras del Padre Bulmez, a la Empresa Familiar: “No es lo mismo decir y sentir ‘¡Yo vivo con mis padres!’ a ‘¡Yo tengo que vivir con mis padres’... Porque en el primer caso hay amor y en segundo resignación y resentimiento”.
Es importante señalar que los herederos deben aprender a experimentar cierta sensación de libertad e independencia. Muchas veces se da el caso de un autoritarismo (en los cuales ambos bandos son culpables: padres e hijos), que puede llegar incluso a una relación enfermiza en la que el hijo de más de cuarenta años (pudiéndose económica y emocionalmente procurar su autonomía), aún vive con sus padres.
El que no deja la “casa-nido” a tiempo no crecerá humanamente, no estará maduro para el vuelo; y no se trata de abandonar a la familia, sino de dejarla. Conozco a muchas personas que nunca han dejado a su familia y la tienen abandonada. El dejar tiene que ver con la falta física y el abandono con la falta de amor. El verdadero problema no es “en dónde” , ni “con quién” tienes el cuerpo, sino “cómo” tienes aprisionado tu espíritu, tus decisiones, tu vida. No se trata de conquistar la independencia externa, sino la libertad interior.
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