Resolver y prevenir conflictos exige una base sólida y de calidad en las relaciones. En un protocolo familiar, las relaciones interpersonales o códigos de conducta suelen referirse a dos puntos específicos: cómo se deben tratar los unos a los otros y cómo los miembros familiares se comportan con el mundo externo a la empresa y la familia, lo cual implica un comportamiento que cada uno debe seguir y aceptar por el bien del grupo.
Los conflictos son “un elemento natural en las relaciones humanas. Desafortunadamente en algunas familias el conflicto se convierte en un patrón regular de interrelación” . Uno de los pasos a seguir más importante en estas relaciones, es establecer las reglas para llegar a acuerdos satisfactorios entre ambas partes. Para ello es importante definir la actitud en la discusión y el nivel de compromiso y respeto con cada uno de los miembros, incluyéndose uno mismo; así también como el momento y el sitio para ello. Se puede optar por la vía del pacto o consultar a un tercero (familiar o no). En muchas familias suelen estar identificados miembros conciliadores por naturaleza, que han demostrado su eficacia al conocer mucha de la historia de cada uno. Puede convenir acudir a ellos en momentos difíciles o, en el peor de los casos, acudir a un profesional especializado en psicología de resolución de conflictos. Deben definirse algunas guías de comunicación y comprensión, estableciendo cuán seguido los miembros familiares se comunican con la compañía o entre ellos mismos, formas y maneras en que lo hacen, que tan rápido son atendidas sus demandas, por cuáles vías se deben canalizar los mensajes y cómo se manejan las interrupciones.
Los conflictos son “un elemento natural en las relaciones humanas. Desafortunadamente en algunas familias el conflicto se convierte en un patrón regular de interrelación” . Uno de los pasos a seguir más importante en estas relaciones, es establecer las reglas para llegar a acuerdos satisfactorios entre ambas partes. Para ello es importante definir la actitud en la discusión y el nivel de compromiso y respeto con cada uno de los miembros, incluyéndose uno mismo; así también como el momento y el sitio para ello. Se puede optar por la vía del pacto o consultar a un tercero (familiar o no). En muchas familias suelen estar identificados miembros conciliadores por naturaleza, que han demostrado su eficacia al conocer mucha de la historia de cada uno. Puede convenir acudir a ellos en momentos difíciles o, en el peor de los casos, acudir a un profesional especializado en psicología de resolución de conflictos. Deben definirse algunas guías de comunicación y comprensión, estableciendo cuán seguido los miembros familiares se comunican con la compañía o entre ellos mismos, formas y maneras en que lo hacen, que tan rápido son atendidas sus demandas, por cuáles vías se deben canalizar los mensajes y cómo se manejan las interrupciones.
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