En ocasiones tengo la impresión de que el papel que juega el notario en nuestra sociedad pasa desapercibido. Me atrevería a decir que incluso muchos de nosotros no conocemos las funciones de su rol social hasta que no necesitamos de sus servicios. Dicho en un tono más ligero, y en las palabras de un maestro de la investigación de la Empresa Familiar: “algunas sociedades no se dan cuenta de que son familiares hasta el día del divorcio”.
Si bien en la antigua Babilonia ya existía el papel de un tercero como testigo para dar fe de las transacciones comerciales a través de la escritura, el primer concepto del notario tal como lo conocemos aparece en la Roma del 519 a.c.: era aquel funcionario que “trasladaba a la escritura las intervenciones orales de un tercero y debía hacerlo con exactitud y celeridad”. Más tarde, Maximiliano de Austria (el emperador del Sacro Imperio Romano-Germano), promulgó en 1512 la “Constitución Imperial sobre Notariado”. En ella se especificaba que el notario estaba obligado a anotar todo lo ocurrido ante ellos y los testigos, con lo cual debía dar fe de lo visto, oído y percibido por los sentidos, lo que originó el precepto conocido como visu et auditu sui sensibus. Y es que los despachos notariales se han convertido a lo largo de la historia en el escenario ideal donde se perciben los problemas que suelen presentarse a la hora de tomar decisiones de contenido económico que influyen directamente sobre la estructura, función, organización o transmisión de uno de los tres círculos del Modelo de la Empresa Familiar: el Patrimonio.
El notario comparte junto con el Estado, un sentido social de equidad, justicia y honestidad para quienes buscan seguridad jurídica para el registro de empresas, la constitución del patrimonio familiar y, por ende, de su sucesión. Su función es imparcial, inmediata e interpretativa. Es la institución responsable de asentar, archivar y atesorar la “vida” del patrimonio en una sociedad… y de sus Empresas Familiares.
Uno de los productos derivados de su actividad son los libros donde se asientan los protocolos del registro del patrimonio. De hecho, los notarios españoles poseen una de las bibliotecas más completas de este tipo de documentos desde hace varios siglos. Las escrituras recogen cientos de años de historia de la propiedad, notable actividad que continúa en nuestros días. El pasado mes de mayo, durante el IX Congreso Notarial Español, celebrado en Barcelona, se presentó el Libro Blanco sobre el “Patrimonio familiar, profesional y empresarial. Sus protocolos”. Garrido Melero y Josep M. Fugardo Estivill, coordinaron este esfuerzo de más de 6.000 páginas repartidas en tres tomos y siete volúmenes, en la que han participado equipos de profesionales (notarios, abogados, economistas, psicólogos y académicos), y que ha contado con la colaboración de 34 universidades.
El Libro Blanco es una publicación elaborada para abordar, desde una perspectiva científica, todos los aspectos relacionados con el patrimonio y su vinculación con la actividad económica de la Empresa Familiar en España. La obra pretende servir de punto de partida para fomentar un debate abierto entre los diferentes actores sociales sobre el estado actual de la propiedad en la empresa y cuál debe ser su evolución en diversos ámbitos. Su carácter exhaustivo la ha convertido en texto de referencia obligada para el estudio de la materia. Una obra estructural, grandiosa, propia de la actividad laboriosa de los notarios y digna de cualquier registro histórico… como para no pasar desapercibido.
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