viernes, junio 10, 2005

Preguntas Frecuentes al Consultor IV: Valores y Cultura

P: Hay un refrán aplicado generalmente a las empresas familiares que dice que "el abuelo la fundó, el padre la engrandeció y el hijo la fundió". ¿Qué tan cierto resulta?

R: Sostengo un punto de vista que tiene que ver más con el manejo de los valores entre generaciones que con el hecho de contar con un gestor o propietario competente en la tercera "camada" de la Empresa Familiar.

Si partimos del supuesto de que un fundador de empresa ha dedicado los mejores años su construcción, donde se ha sacrificado el disfrute de una buena vida por el bienestar de su familia y la consolidación de su compañía, es fácil encontrar entre sus hijos, personas que no están dispuestas a perderse de las ventajas que trae el pertenecer a un círculo social en expansión (la edad de formación de estos individuos suele coincidir con la pendiente más acentuada del crecimiento de la empresa que ha fundado su padre, donde se puede disponer de un patrimonio que se amplía rápidamente en poco tiempo), muy diferentes a la precariedad con la que se formó su padre en esa misma etapa de la vida.

Ahora bien, siempre y cuando los hijos hayan compartido el mismo sentido de "sacrificio" con sus predecesores, la transmisión de este y otros valores puede arraigarse a tal punto en el seno familiar que la tercera generación empezará a ver como "normal" los valores "ancestrales" de dos generaciones que velan por su patrimonio con celo extremo.

Si el concepto de los valores fundamentales (incluyendo el de sacrificio) entre primera y segunda generación no se comparte, la idea que predomine en el manejo y disfrute del patrimonio puede ser radicalmente diferente al anterior. En esto tienen mucho de culpa los fundadores, quienes pueden ver proyectados en sus hijos el gozar de la vida que ellos mismos se negaron, dándoles cancha para que las condiciones de despilfarro se den.

En este caso, la transmisión de valores a la tercera generación, no consigue una forma efectiva de preservar lo que vaya quedando del patrimonio (suele ocurrir en la etapa de estancamiento de la empresa, donde la pendiente de crecimiento es igual a cero), por lo que el adagio se cumple con toda exactitud.

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