Tal como lo hemos comentado en los casos previos, gran parte de los fracasos en la gestión de las empresas familiares se deben más a conflictos y discrepancias familiares que a problemas estrictamente empresariales. Algunas de estas peligrosas trampas tienen su origen en el solapamiento de la dirección de la empresa con la vida de la familia. Organizar a la familia en su relación con la empresa, canalizando los intereses e inquietudes de los familiares hacia sus foros adecuados sin alterar la estrategia de la organización, es una necesidad imperiosa si se pretende que el proyecto tenga una intención de continuidad.
Tradicionalmente, la visión que se tiene de la profesionalización de una empresa familiar es la de introducir cambios en la cultura de la organización a través de nuevas prácticas en la gestión, y sobre todo se asume que una empresa familiar se profesionaliza cuando ficha a externos a la familia para gestionar la compañía o incluirlos como consejeros en el gobierno. Pero en realidad se trata de un proceso mucho más complejo ¿Es que acaso un miembro de una familia no puede ser un profesional? ¿El hecho de ser propietario de la compañía o estar emparentado con sus dueños, le concede automáticamente a la persona la etiqueta de “amateur”? En esencia, cuando hablamos de la profesionalización de una compañía de propiedad familiar, nos referimos más a una actitud mental y al hábito de actuaciones de los dueños y responsables de la empresa, orientadas a una toma ordenada de decisiones, con una clara apuesta por la estrategia, más allá de cualquier interés particular. Cualquier persona o grupo de personas familiares o no que trabajen bajo estos criterios deben ser considerados como profesionales.
Cuando la empresa crece y la familia madura, la complejidad del sistema se incrementa junto con la necesidad ordenar su estructura. Sin embargo, dependiendo de los intereses y las situaciones particulares de cada miembro, puede que no todos consideren que esta necesidad sea tan evidente ni mucho menos conveniente. Ante todo debemos entender que profesionalizar a la empresa familiar debe ser un acto voluntario. La familia tiene que llegar a entender por qué se opta por la profesionalización, cuáles son las ventajas y desventajas para cada uno de los ámbito de su sistema, cuál el esfuerzo que requiere su implementación en el actual esquema y por qué representa a la larga la alternativa más sostenible de continuidad y crecimiento. Tratar de emprender un proceso de este tipo sin la buena disposición de todos los implicados sólo llevará a fomentar la confusión y el rechazo de la idea.
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