Audemars Piguet es un ejemplo de la consolidación de una marca gracias a su cultura de emprendimiento, independencia y calidad. Fundada hace más de 130 años por Jules Audemars y Edward Piguet en un aislado pueblo del cantón de Jura en Suiza, la empresa (conocida tradicionalmente por sus innovaciones en el diseño y la funcionalidad de sus productos) produce anualmente más de 26.000 relojes de gama alta y media. En sus primeros años, la compañía sólo estuvo dirigida por miembros de ambas familias, hasta que a mediados del siglo XX se nombró un director externo que posteriormente dio paso a un sistema de dos directores generales, con el mismo poder y responsabilidades complementarias, siendo uno de ellos “la cara más visible” del negocio.
Actualmente la fórmula que han decidido para su Consejo de Administración es una curiosa combinación de ocho personas, entre familiares y no familiares: dos representantes de cada una de las dos familias, los dos directores generales, un miembro de otra familia de relojeros (son accionistas minoritarios) y la presidenta, una Audemars de la cuarta generación. Todos tienen participaciones (las dos familias controlan el 55%).
El crecimiento en los últimos 15 años ha sido vertiginoso y el futuro se presenta brillante con la esperanza de la preservación de la empresa en manos de la familia, pues en la quinta generación han nacido los primeros descendientes directos de ambas dinastías en llevar los dos apellidos Audemars y Piguet.
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