Como se explica cuando nos referimos a las debilidades de la empresa familiar, el principal problema de estas es que trasladan la informalidad de las relaciones familiares a la formalidad de una organización profesional. Con el tiempo, la evolución y el crecimiento de la empresa exigen un tratamiento más ordenado que ofrezca una mayor garantía de éxito al proceso de la continuidad. Es necesario aplicar de forma efectiva reglas a este juego complejo de relaciones. Toda empresa que desee preservar su carácter familiar, como mínimo, ha de tener la capacidad de organizarse y planificar la sucesión para garantizar el traspaso de la batuta en el momento adecuado, una digna jubilación para el sucedido y la competencia del sucesor.
Las buenas prácticas de gestión de la empresa familiar garantizan, en buena medida, una empresa sana, una familia unida, una continuidad en la dirección y una preservación del patrimonio. Pero estas prácticas exigen la participación de todas las personas involucradas en la transición generacional en una empresa familiar, pues la sucesión debe entenderse siempre como un proceso, no como un hecho puntual. Una sucesión planificada puede durar varios años y dedicará gran parte del trabajo al conocimiento recíproco de los individuos, el sueño compartido y las relaciones de familia con respecto a la empresa y el patrimonio. Un Protocolo Familiar, como producto final, es siempre una buena excusa (y no la única) para iniciar este proceso. Sin embargo, no se ha de entender su redacción como la solución a los problemas de la familia, lo realmente importante es la vivencia durante el proceso de exploración del sueño compartido que llevará al grupo a una conclusión que se recogerá en un documento.
Originalmente publicado en el libro “Manual de la Empresa
Familiar”, publicado por el Foro de la Empresa Familiar de las Cámaras Vascas (Eusko Ganberen Familia Enpresaren Erakundea), País Vasco,
España, 2008.
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