Todos y cada uno de estos puntos deben quedar registrados de forma escrita, en cualquiera de las modalidades que la familia escoja, siendo el más importante la Carta Magna Familiar. El proceso para llegar a ella y levantar el plan es laborioso, y debe estar a cargo de personas responsables, con tacto, honestas y comprometidas con la causa. Generalmente son los mediadores y pacificadores que siempre se suelen identificar en el grupo familiar, guiadas por consultores especializados con un alto grado de calificación. La experiencia de los conocedores encuentra en las mismas fortalezas inherentes a la familia una capacidad natural que les permite afrontar este proceso y asimilar los cambios que se generen.
El mecanismo de implantación del plan requiere que se realicen reuniones secuenciales de los miembros que estarán implicados en el proceso. En ellas se empezará exponiendo qué es y qué ha sido la Empresa y la Familia. A quienes competa se les pedirá que esbocen sus visiones y misiones, tanto individuales, como del grupo. De esa información se extraerán los primeros borradores de los valores, planes y políticas más adecuadas para alcanzar esas metas.
Una vez identificados los esbozos del plan general como los lineamientos de lo que será la gestión de la Compañía y el papel de la Familia, se podrá empezar a determinar una filosofía particular de gerencia. De acuerdo a los intereses y prioridades del grupo, el punto de vista de dirección del negocio favorecerá a la Familia o a la Empresa. resumen los pro y los contra de cada uno, de la siguiente forma:
Con el tiempo ambos puntos de vista pueden ocasionar serios problemas. Frente a la perspectiva “la compañía ante todo”, los intereses familiares degeneran y culminan en problemas de alto riesgo para el futuro de la compañía. Por el contrario, al preferir “la familia ante todo”, los directivos se distraen y debilitan, deteriorando así la competitividad de la empresa.
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