lunes, enero 06, 2020

Las dos tormentas de Houston

La primera tormenta se anunció con tiempo.
Se llamaba Harvey. Llegó a finales de agosto, por Corpus Christi, dejando a su paso, en su danza descontrolada sobre mar y tierra, una estela de destrucción. Houston se preparó para recibirla, pero no fue suficiente. Para los que corrimos con suerte, los cinco días de confinamiento nos retrajeron en nuestras casas con miedo y melancolía como a una Isabel viendo llover sobre Macondo, sabiendo por las noticias que no muy lejos de ahí, gran parte de la ciudad era víctima de la furia del agua. Miles de personas lo perdieron todo allá en el sur, el oeste y el centro de la ciudad. Esa misma ciudad que aun hoy, una semana después que dejó de llover, sigue bajo el agua.
Cuando finalmente salió el sol, fuimos asomándonos tímidamente a la calle tratando de dar crédito a nuestros sentidos. No pude dejar de recordar aquella escena de La Vita é Bella, cuando los nazis abandonan el campo de concentración y los prisioneros avanzaban poco a poco por las calles solitarias. El aire, la luz y las risas de los niños nos decían que todo había pasado, al menos para nosotros. Pero sabíamos que no era así para muchos otros.
Fue entonces cuando llegó la segunda tormenta... A esta nadie la vio venir.
En menos de veinticuatro horas una avalancha de voluntarios comenzó a inundar los centros que recolectaban lo necesario para sobrevivir la inmediatez de la crisis: agua embotellada, comida, ropa, sábanas, almohadas, tiendas de campaña… el colapso en los centros de acopio fue inevitable. Todos queríamos ayudar, y todos ayudamos. Desde tímidas donaciones hechas por internet a través de páginas oficiales de ayuda, hasta personas que llegaron de otras ciudades con sus lanchas, botes tractores, vehículos todo terreno, en fin, todo lo que la buena voluntad anteponía a las prioridades de quienes nos conmovimos, compartiendo con otros el miedo y el dolor por lo perdido.
Y esta tormenta se llama Houston. Entre sus miles de protagonistas están las empresas locales, lideradas por familias que no dudaron ni un segundo en  volcarse a la acción social más auténtica, esa que tiende la mano al vecino: muchas donando sus productos, otras ofreciéndose como recolectores de donaciones, todas abriendo sus puertas a los afectados por la mayor inundación que Houston haya vivido en casi medio siglo. Esas empresas familiares forman parte del sistema que, junto con el gobierno, los voluntarios y las organizaciones comunitarias, le imprimen día a día la fuerza que la ciudad necesita para recuperarse de la tormenta que dejó lamentables pérdidas humanas y miles de personas sin hogar, donde además el espíritu de humanidad y solidaridad se han fortalecido. Esta tormenta es el espíritu de superación que conoce el emprendimiento. Eso es lo que hace a #HoustonStrong.

Guillermo Salazar
Houston, septiembre 4 2017.

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